La historia de Conservas Ortiz se remonta al siglo XIX cuando, tras la muerte de Lázaro Nafarrate en 1850, su hija Higinia Nafarrate contrajo matrimonio con Antonio López de Aréchaga, de cuya relación nace una niña a la que llamaron Petra López de Aréchaga Nafarrate. Años después, en 1891 el fundador de Conservas Ortiz, Bernardo Ortiz de Zárate, llegó de Álava a Ondarroa con la idea de emprender nuevos negocios. Se casó con Petra López de Aréchaga Nafarrate con quien tuvo a su hijo José.
Bernardo aprendió el oficio gracias a su cuñado y se inició en el mundo conservero. Se dedicaba a comprar a pescadores de bajura de la Anchoa y del Bonito del Norte en los muelles y, con las posibilidades que ofrecía el escabeche y los barriles de madera, el conservero vendía los pescados al día siguiente por todo el norte de Castilla. Ideó y creó un sistema de fábricas itinerantes que sólo trabajaban durante la costera con el objetivo de sacarle el máximo rendimiento a su empresa. Bernardo fallece siendo José pequeño, y es Petra la que se encarga del negocio durante los siguientes años, pasándose a denominar la empresa Viuda de Ortiz y más tarde Viuda de Ortiz e Hijo.
Con el comienzo del siglo XX las Conservas Ortiz empiezan a andar por el mundo. Las conserveras fijaban su destino en Italia y en los países donde había inmigración italiana como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. El producto estrella era la anchoa. La técnica de la conservación en salazón ( “alla vera carne”) fue traída por los italianos al Cantábrico, ya que sabían que era aquí donde podían encontrar los mejores ejemplares. De esta forma, podían preparar la semiconserva y enviarla a Italia.
En 1942 José Ortiz y su hijo, José Antonio Ortiz, crearon la sociedad limitada, convirtiéndose en Conservas Ortiz S.A. en 1956. En la actualidad, es la quinta generación de la familia la que se encuentra al frente de la empresa. Conservas Ortiz respeta la tradición; respeta la costera según las mareas y la compra exclusiva de bonito del norte pescado con caña uno a uno. Por eso, el cuidado del pescado que utilizamos es distintivo de calidad. La elaboración de las conservas de primera calidad se manifiesta hasta en el cuidado de su presentación “de toda la vida”.